Marta Carro (Cádiz, 1991) es actualmente internacional y jugadora del Valencia, pero con siete años, cuando su madre acudió al club de fútbol de su pueblo, Villaviciosa de Odón (Madrid), los directivos le dijeron que “aquí no se admiten chicas”. 20 años después de aquello, el fútbol femenino es un torbellino imparable.

¿Qué le sugiere este 2019?
Es un año muy bonito. Al final de la temporada tenemos un Mundial cerca de casa, y eso supone que habrá mucha afición española. Es un reto luchar por estar ahí, pero va a ser difícil porque somos un grupo con calidad. Trabajaré cada día para ayudar al Valencia y para estar en esa lista de 23.

Un Valencia que ahora misma se encuentra en novena posición. Les está costando arrancar…
No es el puesto que queremos, pero esperemos que los resultados empiecen a llegar. Queremos dar un cambio porque el trabajo dentro del club es muy bueno. Es mi segundo año aquí y estoy muy contenta del trato recibido por todos. Estamos avanzando en el fútbol femenino, tenemos más recursos y somos más profesionales. Vamos en la buena dirección para que en un futuro nos vean más.

No todo habrá sido de color de rosa. ¿Cuándo empezó a relacionarse con el balón?
La primera imagen que tengo es ya de pequeña con un balón en los pies. Con cuatro o cinco años ya jugaba en el patio del colegio con mis compañeros de clase. Era la única chica que lo hacía. Hubo un día en que le dije a mis padres que quería apuntarme a un equipo. Vivía en Villaviciosa de Odón, en Madrid, y mi madre fue a preguntar al club de fútbol qué debía hacer para apuntar a su hija… pero por parte de los directivos le dijeron que no admitían chicas. Así que me tuve que ir a fútbol sala.

Es inadmisible que ahora ocurra eso… ¿Cómo retomó el fútbol?
Recalé en el Boadilla del Monte y allí sí me aceptaron. Era la única chica, y teníamos una entrenadora que se llamaba Montse. Estuve tres años con los chicos y un año con chicas. Luego, pasé por Pozuelo, donde estuve otros tres años, y fue justo después cuando me llamó el Atlético. Di el salto a un club grande y ya ese año pude jugar la Copa de la Reina con ellas. Disfruté ocho años de ese club. Crecí en todos los aspectos. Entré siendo una niña y me fui siendo una mujer.

Un Atlético que empezó su crecimiento femenino y masculino. ¿Se respira el espíritu del ‘cholismo’ en todos los equipos?
Tengo buenos recuerdos del Atlético, aunque los dos últimos años fueron más duros por situaciones que da el fútbol. Guardo grandes momentos en el vestuario y con la afición. El espíritu Simeone está más vivo que nunca, pero creo que el Atleti siempre ha sido luchador. Nosotras logramos el primer título para el club, que fue la Copa de la Reina de 2016, y luego ganaron más. Se viene haciendo un buen trabajo, no es suerte. Es un club ambicioso y que cada vez da más pasos adelante.

Y es cuando decide irse a Italia…
Italia era un reto bonito, apetecible, diferente. Me aventuré a ello. Personalmente, fue un diez. No hablaba italiano, pero la gente me lo puso fácil. Pero siempre hay cosas imprevistas. Hubo incumplimientos de contrato, el club pasó un bache y no respondió a lo pactado. Tuve que volverme, pero todo ayuda a madurar y a aprender. En un futuro servirá.

¿Y cómo es ese Calcio?
A nivel de juego ha evolucionado desde que me fui. Cada vez están más cerca de coger la profesionalización de España. Es bueno que clubes como Milán o Juventus tengan equipo femenino.

Y entonces, surge el Valencia.
Antes tuve que pasar unos meses en el Madrid de Segunda, con el que logré ascender. Luego llega el Valencia.

¿Cuál es su rutina?
Entrenamos cinco días a la semana. Y tenemos un trabajo complementario en el gimnasio, que suelen ser dos o tres días. Nos dedicamos 24 horas. Descansando o comiendo también entrenamos. Queremos que se reconozca y profesionalice nuestro deporte. Hay que luchar por ello y tenemos que demostrar que somos profesionales, tenemos una responsabilidad.

¿Cómo ve el fútbol femenino de aquí a diez años?
De aquí a diez años el fútbol femenino seguirá en auge, se reconocerá más, habrá mayor profesionalización y visibilidad. En diez años las que vendrán disfrutarán de unas condiciones que ahora no tenemos. Recuerdo que mi primer sueldo fue en el Atlético de Madrid. Y se ha evolucionado mucho desde entonces. Se ven cambios no solo en sueldos, sino en recursos, las condiciones de los clubes y las jugadoras, la apuesta de los medios…

Hablaba de la responsabilidad del deportista. ¿Cree que la evolución depende de vosotras?
Hay una parte que no depende de nosotras. La sociedad debe dejar de ver el fútbol femenino como si para nosotras fuera un hobby. Nos dedicamos a ello. Cada vez hay más niñas y eso es bueno. Se abren estadios de Primera para ver nuestros partidos, así que con todo el trabajo que hacemos se tiene que ver como algo normal y no excepcional, como ocurre. Esta profesionalización del fútbol femenino debe dejar de ser noticia.

Gana más dinero, pero no para tener la vida resuelta una vez se retire. ¿Qué estudia?
Estaba estudiando INEF, pero tuve que dejarlo aparcado cuando vine aquí en Valencia. No puedo compatibilizar horarios y calendario de exámenes. Cuando vuelva a Madrid la retomaré, porque quiero acabarla. Quiero sacarme los títulos de entrenadora. Quiero seguir estando involucrada en el mundo del fútbol, ya sea como entrenadora o preparadora física.

¿Los éxitos de las categorías inferiores demuestran que la Selección absoluta tendrá un nivel de potencia mundial en un futuro a corto plazo?
Todos los éxitos en categorías inferiores son muy buenos para nuestra evolución y repercusión. La Selección da pasos de gigante para acercarse a las potencias mundiales. Se están acortando las diferencias, como lo demostró el último empate en campo de Alemania. España hará un buen papel en el Mundial.

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